Isabel Verón, la mujer que encontró restos óseos de alrededor de un millón de años de antigüedad, contó a LA CAPITAL qué fue lo que le llamó la atención para dar aviso al Museo de Ciencias Naturales.
Isabel Verón tiene 49 años y es ama de casa. Vive con su familia en el barrio Las Américas, pero el 7 de abril estaba muy lejos de su hogar, acompañando a su marido, que pescaba en playas del norte de Mar del Plata. Y nunca pensó que ese día mucho más importante que lo que su esposo iba a sacar del agua sería lo que ella iba a encontrar en el barranco.
Como suele hacer, cada vez que su marido pesca Isabel camina. Pero no camina así nomás: camina observando. “Voy mirando qué veo de raro en el barranco. Y cuando vi eso, me emocioné porque me gustan esas cosas”, contó a LA CAPITAL.
“Eso” que vio fue, según lo supo después, restos óseos de un elefante prehistórico que podría ser el más antiguo hallado en la zona. “Me pareció algo raro, extraño, por el color. Estaba medio cubierto de arena, entonces fui a buscar agua con una bolsita y lo fui limpiando. Y cuando fue quedando más limpio me dije: Guau, es algo groso”. Tan groso como la base del colmillo de un elefante.
Enseguida sacó fotos con su celular y se las envió a su hija por whatsapp.
– Mirá, ¿qué te parece? Para mí es un hueso, no es una planta –le dijo Isabel.
– Mamá, parece más un hueso –le respondió su hija, que estaba de viaje.
Entonces buscó en internet y encontró dos números de whatsapp a los que podría enviar sus imágenes: el de un canal de TV y el del Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia. Hasta el miércoles de la semana pasada, Isabel creyó que tanto en un lado como en otro habían pasado por alto sus fotos. Pero entonces recibió un llamado del equipo de paleontólogos del museo. Le explicaron que lo que había encontrado eran restos de un elefante prehistórico. Y, en nombre de la ciencia, le agradecieron infinitamente.
Hoy al mediodía, mientras los paleontólogos extraían los restos del elefante, Isabel se acercó al lugar del descubrimiento sin ánimo de trascender. “No quiero que me hagan notas. Yo no quiero ningún mérito, el mérito lo tienen los chicos que lo vinieron a sacar”, repetía con humildad. Se refería al también humilde equipo del museo, compuesto apenas por dos empleados y un voluntario.